La terapia craneosacral (TCS) trabaja sobre
el sistema craneosacral, compuesto por los huesos craneales y de la columna
vertebral, las meninges o membranas que rodean el sistema nervioso y por cuyo
interior circula el líquido cefalorraquídeo (LCR), y las fascias, que son unas
finas membranas que rodean interiormente todo el sistema orgánico y conectan el
sistema al resto del organismo.
El LCR circula por el interior de las
meninges marcando un ritmo, como la sangre con respecto al sistema
circulatorio. Entre 6 y 12 ciclos por minuto, un ritmo muy sutil que un
terapeuta experto puede captar y corregir.
A causa de traumatismos físicos o emocionales no resueltos, nuestro organismo queda marcado con lo que llamamos «quiste energético».
Los traumas de origen emocional o mental
pueden haber sido producidos por exceso de responsabilidad, por miedo de no
cumplir con las expectativas que nos imponemos o que nos imponen. También por
cambios de tipo sentimental o social. La sensación de pérdida, ya sea de un ser
querido, un trabajo o una situación confortable nos dejan marcados, aunque
aparentemente hayamos superado la situación.
Una sensación que ha quedado soterrada
acaba afectando a nuestra manera de ser y de trabajar. A veces, el sentimiento
de que «no podremos» proviene de un quiste emocional antiguo que, una vez sale
a la superficie, es fácil eliminar.
Todo esto puede producirse en cualquier
ocupación, pero algunas, como maestros y profesores, presentan una incidencia muy
alta de cuadros de estrés y depresiones.
La terapia craneosacral está muy indicada
para desbloquear esas situaciones, ya que trabaja directamente sobre las zonas
orgánicas donde las tensiones quedan enquistadas.
Se aconseja someterse a una sesión cuando
empezamos a notar síntomas de estrés y no dejarlo para más adelante, así
evitaremos que las tensiones se acumulen y puedan desencadenar una crisis más
grave.
Un ejercicio que os ayudará a relajaros es
provocar un still point o punto de quietud, que viene a ser una
especie de reset del sistema craneosacral, lo que hace que
se re-equilibre automáticamente su ritmo.
Una manera de conseguirlo es la que muestra
la ilustración.
Metemos dos pelotas de tenis juntas dentro de
un calcetín. Estirados horizontalmente, nos lo colocamos debajo de la cabeza,
en la zona de unión de las cervicales con el occipital (entre C2 y C3). Nos
quedamos en esta posición durante 10 o 15 minutos
Má información:
UPLEDGER, J.E. (1997): Tu médico interno y tú: Terapia sacro-craneal
y liberación somato-emocional. Madrid. Editorial Mandala.
AUTORÍA
Isabel Mulero
Zoraida Linares
Centro Koré. Terapias manuales y escuela de
formación
www.kore.es
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