miércoles, 2 de mayo de 2012


LA TERAPIA SACRO-CRANEAL

El momento de nacer es decisivo para abrir las puertas a la vida. Pero posiblemente, si fuéramos capaces de rememorar el momento de nuestro propio parto comprenderíamos que, a pesar de todo, moverse por aquel estrecho túnel no fue nada fácil.

A diferencia del resto de mamíferos y en contra de lo que marca la naturaleza, la mujer pare tumbada y no a cuclillas, yendo así en contra de la gravedad. La razón es sencilla: los focos del quirófano alumbran mejor a la partera, lo que en principio ayuda a los trabajos de la matrona.

Y empieza el largo viaje hacia la luz. El niño se ve arrastrado hacia la columna de su madre. Salir no es tan fácil, llegar al primer diámetro de la pelvis y continuar tampoco. A veces, el cráneo del bebé es mayor que las medidas de la pelvis, el pequeño se asusta. Las contracciones del parto no cesan y lo empujan a llegar hasta el final pero a la vez, en ocasiones, le oprime la base del cráneo.

El bebé puede nacer con un parto más o menos difícil, pero inevitablemente siempre en posición horizontal. Si la gravedad nos ayudara, todo sería menos complicado. Pero al pequeño hay que ayudarle y en este caso, la matrona siempre lo hace tirando desde la cabeza, provocándole una hiperextensión a través de la rotación de su  cráneo.

A veces el golpe es tan fuerte que provoca un largo tirón a todo el sistema cráneo sacral, que es aquel que conecta el cráneo con el sacro y donde habita nuestro sistema nervioso. Estos movimientos al nacer pueden causar ciertas alteraciones en el nervio vago, que controla el sistema digestivo, respiratorio y excretor, el glosofaríngeo, que dirige los movimientos de la lengua, las amígdalas, la faringe y el oído medio y el espinal, que controla el trapecio y el esternón.

Aquel niño que llora por no poder comer tiene mal reflejo de succión porque su lengua no funciona y no puede mamar. Su nervio se alteró en el momento del parto. El niño no puede digerir bien y vomita, se le cambia la leche continuamente y se le extreman los cuidados a la hora de la comida. Pero aún así no puede defecar, tiene estreñimiento, problemas digestivos porque en el momento de nacer sufrió un largo tirón en su base craneal.

LAS EMOCIONES COMO ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES.

Este episodio, a veces traumático, queda grabado como un cliché de fotografías en nuestros tejidos. A lo largo de la infancia y de la vida de adultos, son millones de células que están siendo bombardeadas constantemente por impulsos, emociones que pueden suponer un golpe y que en ocasiones se enquistan. Son como una pequeña piedrecita que se nos mete en el zapato y que somos incapaces de sacar porque no podemos dar con ella. Y estos ‘quistes’ pueden ser la causa de algunas de las alteraciones de nuestros hijos como hiperactividad, dolores de cabeza, falta de concentración o dislexia.

La terapia sacrocraneal puede ayudar a liberar esta tensión, esta pequeña piedrecita que se nos enquistó. Se puede realizar a los pocos días de haber nacido el niño pero también a lo largo de toda nuestra vida.

Esta terapia surgió de la mano del doctor norteamericano John E. Upledger durante la década de los 70. Este osteópata descubrió el sistema sacro-craneal que conecta el cráneo con el sacro y a través del cual fluyen las tensiones. Mediante el apoyo y estimulo de este sistema hemos podido tratar a niños con hiperactividad, tartamudez, problemas de aprendizaje, pero también a adultos con dolores de cabeza, de pecho, rodilla, ciática o depresión.

REVIVIR RECUERDOS OLVIDADOS.

Son masajes muy suaves y sutiles. El terapeuta escucha sus manos, siente el ritmo del sistema sacro craneal y ayuda a que éste fluya, funcione de forma más acompasada y sin tensión. A través de su tacto, ayudamos a que el paciente conecte consigo mismo y sea capaz de reconocer que aquella tensión le viene de la niñez y emerger así una vivencia que parecía haber quedado soterrada.

Puede que reviva aquella vez que su padre le dijo algo delante de sus amigos que le hizo llorar y que provocó que se fuera avergonzado a su habitación. En aquel momento aquello le traumatizó porque fue incapaz de entender la actitud de su padre. Pero todo esto quedó almacenado como un cliché en sus tejidos. Probablemente esta sea la causa de la tartamudez o de sus tics que sufre de adulto. Porque algunas de nuestras alteraciones tienen una causa emocional.

A través de la terapia sacro-craneal, el terapeuta toma contacto con los tejidos mediante estos masajes tan suaves. Y es así como automáticamente, el paciente puede revivir aquella emoción como si fuera actual.

En este momento decimos que el paciente está en la lavadora porque todo se remueve en su interior y es capaz de sentir aquella rabia, ira, dolor, tristeza o enojo que le sobrecogieron en aquel momento de la niñez y que, entonces, fue incapaz de digerir, causándole hasta alguna alteración física años después.

Ahora, que puede volverla a sentir, seguramente podrá comprender aquel episodio que muchos años atrás le pareció traumático y por fin resolverlo y aprender a aceptarlo.  
 

Isabel Mulero, Zoraida Linares

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